Cristóbal Olmedo vive en Málaga junto a su marido, su perro y sus dos gatos, en una casa rodeada de olivos y naranjos.
Dicen que, al caer la tarde, suele caminar por los mismos senderos donde antaño se ocultaban los bandoleros, escuchando historias que el viento trae desde la sierra. Entre esos ecos —reales o imaginados— dio forma a Trabuco, su primera novela.
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